Estrategia Empresarial

Deslocalización, Globalización y Coronavirus

02-04-2020

Las últimas décadas hemos asistido a un proceso de deslocalización de empresas que parecía imparable, específicamente en los procesos productivos. La deslocalización empezó por los sectores más intensivos en mano de obra; todos recordamos el constante traslado de la producción de calzado, de prendas textiles, de automóviles, y de todo tipo de manufacturas hacia países orientales. Tanto al medio como al lejano oriente, personalizado en China pero que se extiende mucho más allá (India, Turquía, Vietnam…).

Posteriormente, este proceso se extendió a la mayor parte de los procesos productivos, incluyendo aquellos que son intensivos en tecnología y en capital; como consecuencia de la capitalización de beneficios que ha permitido a los países emergentes (o los que lo fueron el siglo pasado) llevar a cabo grandes inversiones y, en muchos casos, acceder al control de materias primas estratégicas en los procesos productivos en general y en los tecnológicos en particular. 

En paralelo a este proceso de deslocalización, y en parte como consecuencia del mismo, la economía se ha globalizado, de forma que las situaciones o incidencias que se producen en una parte del mundo se transmiten inmediatamente al resto del planeta como resultado de las interrelaciones que se han creado entre todas las economías, entre todos los países y entre todos los continentes. 

Toda esta globalización ya quedó claramente evidenciada durante la crisis de las .COM del año 2000, y también en la crisis financiera del 2008. Sin embargo, el efecto más obvio lo encontramos en las consecuencias de la actual crisis derivada del CORONAVIRUS COVID19 donde quiero resaltar no únicamente el contagio a nivel mundial que en este momento es evidente; sino la situación inicial cuando sólo China y Corea del Sur estaban afectadas por la infección.

Durante este breve período de tiempo y casi de forma inmediata, la paralización de una parte sustancial de China y luego de Corea del Sur, ha provocado una profunda restricción de los suministros provenientes de estos países, y directamente, ha provocado graves trastornos de suministro en todo el mundo. 

Empresas tecnológicas desde Japón a Estados Unidos han tenido que paralizar su producción por falta de materiales; lo mismo ha ocurrido con una parte importante de las empresas de automoción en todo el mundo y miles de empresas de todos los tamaños y en los cinco continentes, han debido ralentizar o directamente parar sus procesos productivos.

En este momento, la cada vez más extendida paralización de las empresas, que son directamente afectadas por el CORONAVIRUS COVID19, ha hecho que se olviden estas circunstancias; pero esta lección la hemos aprendido a un altísimo coste, y el tejido económico no debe olvidarla y debe actuar en consecuencia.

Muchas voces se levantan en este momento proponiendo y aconsejando reinstalar empresas productivas donde habían desaparecido, empezando por la fabricación de materiales sanitarios imprescindibles pero siguiendo por los que se consideren estratégicos (energía, carburantes, maquinaria esencial, materias primas básicas,…). Muchos están hablando que no volveremos a ver las compañías aéreas lowcost de nuevo a los precios que hemos visto hasta ahora, básicamente porque el turismo se volverá local en una proporción relevante. Empiezan a tener importante el país en el que están fabricados los coches que estudiamos comprar, los bolsos que queremos regalar, los zapatos que vemos en las tiendas y en general el sitio donde se fabrica el producto pasa a ser un elemento importante en la decisión de compra o de uso; por una concienciación general de los consumidores, que se está acentuando con esta crisis. Los ejemplos de Gran Bretaña con el BREXIT y la política de Trump en los Estados Unidos de favorecer claramente la actividad nacional, son claros ejemplos de esta tendencia. 

Hay que recordar que las grandes crisis son también los catalizadores de los grandes cambios en las dinámicas sociales. Esta crisis no solamente no será una excepción sino que será, si cabe, más importante que otras, porque desde la segunda guerra mundial la población no se había visto obligada a permanecer semanas completas encerrada en sus casas.

En consecuencia, a nivel global esperamos que el tejido productivo tienda a un proceso inverso al de los 80 años anteriores y siga un proceso de LOCALIZACIÓN, es decir que cada país a su nivel tenga las producciones de elementos esenciales y estratégicos necesarios para su funcionamiento, reservando los procesos DESLOCALIZADOS para los productos no esenciales de gran consumo que, todos lo sabemos, son prescindibles.

Si este proceso avanza se producirá una DESGLOBALIZACIÓN, ya que los países y sus economías pasarán a ser más independientes de los movimientos mundiales.
Desde nuestro punto de vista, esto genera grandes oportunidades para los empresarios. Se reabren grandes oportunidades en nuevos negocios, habrá que montar industrias productivas, construirlas y crearlas desde el principio. 

Pero es que además, estos años pasados nos han servido para asumir las tecnologías punteras que hoy están al alcance de los nuevos proyectos, con lo que la competencia internacional no será un riesgo ni desde el punto de vista estratégico ni desde el punto de vista económico. No serán empresas antiguas que se vean superadas por la tecnología del resto del mundo sino empresas modernas capaces de competir en el mercado.

Los empresarios, especialmente los empresarios europeos, tiene ahora una oportunidad como nunca la han tenido de ampliar sus negocios hacia esos sectores estratégicos o nuevos que ahora estarán a su alcance. 

Habrá que adaptarse, habrá que innovar; pero las oportunidades estarán ahí al alcance de quien las quiera aprovechar.

03 de Abril de 2020.

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